Feminicidios y el Estado

“No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, 

quiero sentirme libre”

Anónimo

De enero a septiembre de 2019, 2 mil 833 mujeres han sido asesinadas en México, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Sin embargo, de acuerdo con datos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), solo 726 (25.6%) son investigados como feminicidios, mientras que los otros 2,107 asesinatos, como homicidios dolosos.

Ante estos números y en el marco del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el OCNF denuncia la prevalencia de los feminicidios en México y la ausencia de un Plan Nacional Integral para su atención y prevención.

El ancestral desprecio del hombre por la mujer se puede sintetizar en la misógina frase del escritor británico William Somerset Maugham: “Los tres deberes fundamentales de la mujer son ser bonita, ir bien vestida y no contradecir”. 

El deleznable acto de asesinar a una mujer, no puede, no debe justificarse de ninguna manera, mucho menos endosar la culpabilidad al entorno familiar, a las familias “disfuncionales”, al machismo, a la ignorancia. El abuso a las mujeres en su mayoría por varones, tiene un común denominador: La impunidad reinante en un país más ocupado en las elecciones que en garantizar la integridad de las mujeres. 

En este sentido coincido con el texto de la periodista Orquídea Fong: Veo, tristemente, a muchas mujeres asumirse “no feministas” mientras que disfrutan de las pocas o muchas libertades que históricamente el feminismo ha obtenido.

Veo, finalmente, a unas autoridades omisas, ineptas, incapaces, dedicadas únicamente al gesto político, a la acción cosmética, a la declaración pública, al lanzamiento de “programas”, a la organización de “foros” y “estrategias” que quedan para el boletín de prensa, para la entrevista en los medios pero que no llegan a ras de piso, a reducir las cifras de acoso callejero, laboral, doméstico, de golpes, de violaciones, secuestros y de muertes.

La “facilidad” de golpear, vejar, ultrajar y asesinar a una mujer en México, da cuenta de la omisión, del valemadrismo y por supuesto responsabilidad de un Estado desentendido de su responsabilidad, alimentado por una añeja misoginia, que opta por sacar de la chistera toda clase de programas, y fiscalías, mientras sigue alentando, encubriendo la impunidad.  

Solo cuando la presión social se incrementa y/o una mujer es asesinada cercana al poder, es entonces cuando como esquizofrénicos saltan funcionarios, legisladores y políticos para exigir su esclarecimiento y castigo a los culpables. Al paso el tiempo se olvida (literal), como lo fue el asesinato de Valeria Medel, de 22 años, hija de la diputada de Morena en Veracruz Carmen Medel Palma, de quien nadie parece acordarse.

En este tenor, las manifestaciones vandálicas de grupos infiltrados en organizaciones feministas, bajo el “argumento” que la propiedad privada, y las expresiones culturales consideradas patrimonio de México, “no valen una vida de las mujeres asesinadas”. Totalmente de acuerdo que ningún monumento por histórico que sea vale la vida de una mujer. 

Sin embargo, las protestas deben llegar a donde se brinda impunidad, omisión, y simulación. La violencia manifestación se justifica si se lleva a acabo en los entes de poder, ante las cómplices fiscalías y fiscales, en aquellos personajes que no solo encubren, sino otorgan impunidad a los autores materiales e intelectuales de los feminicidios.

En este orden de ideas, ahí está Federico Mosco González, juez de Control del Tribunal Superior de Justicia CDMX, quien decidió “reclasificar” el delito delito de tentativa de feminicidio, en perjuicio de Abril Cecilia Pérez Sagaón, como violencia familiar, logrando la libertad de su expareja Juan Carlos García exCEO de Amazon México y exdirector de Elektra, quien al obtener su libertad su primera acción fue asesinar a Abril, precisamente el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre del año en curso. 

Evidentemente el vandalismo desatado en las principales avenidas de la Ciudad de México por un grupo de encapuchados (sociópatas), infiltrados en la marcha feminista, armados con herramientas de construcción para la destrucción, gasolina, extintores y pintura en aerosol, no se justifica, y apunta a los órganos de gobierno de la Ciudad de México, en un evidente intento de desprestigiar un justo reclamo de víctimas de una violencia que no distingue edades, raza, religión y“clases sociales”.

Habrá que ir pensando en la Ley del Talión a estos ¡hijos de puta!

Las muertas son nuestras, su lucha también…