Empresarios mercenarios y el poder político
Para tener la lengua larga, se necesita tener la cola corta…
Refrán popular
En una reunión un indignado empresario se quejaba del incumplimiento de un político a un acuerdo, en el que su socio y él habían aportado millones de pesos para su campaña. “Pagamos para estar en un palco, al frente, y es hora que ni siquiera hemos sido tomados en cuenta”.
El empresario y su socio aseguran haber entregado millones de pesos a un candidato en espera que al llegar al cargo, retribuyera generosamente su aportación a la campaña, sin embargo el entonces candidato hoy electo siquiera le toma una llamada.
Este tipo de empresarios se quejan cuando no hay “reciprocidad”, sin embargo cuando la hay, guardan conveniente silencio ante los pingües negocios que hacen a costa de los dineros públicos, sí, generados por los sufridos contribuyentes, y por supuesto, hablan maravillas del político que les puso donde hay.
En esta añeja y obscena práctica, la mayoría de los empresarios que privilegian los negocios con los dineros públicos, responsabilizan a los políticos que los “obligan” a participar en actos de corrupción si quieren entrar en el negocio, además de la entrega de fuertes cantidades en efectivo, que por cierto no son declaradas al fisco.
Si queremos hacer negocio tenemos que “entrarle” no hay de otra, afirman.
En realidad sí hay de otra. Creando empresas de excelencia y altamente competitivas que puedan participar con éxito en los mercados naciones e internacionales, y de esta forma no dependan de los dineros públicos que en realidad no son atractivos para las firmas de prestigio que liderean los diferentes segmentos del mercado.
Bastaría con revisar los estados financieros de aquellas empresas con capitales y activos extraordinarios, para constatar que este superávit obedece en un mayor porcentaje a contratos con el Estado, y no por su desempeño y competitividad en los mercados nacionales y extranjeros.
Aún más, cuando un político no les cumple un acuerdo, se convierten en intensos pregoneros de la “falta de palabra” del político exhibiéndolo entre amistades y extraños. Aún más, no falta el resentido empresario que asegure: “Que un político lugareño, hoy encumbrado en el escenario nacional, le debe el haberlo introducido en su círculo “social” pues era un perfecto desconocido”.
¡Vaya soberbia!
Los empresarios cuando perciben, constatan, que se agotó la veta con el político que su momento les sirvió, optan por buscar cobijo en otras personalidades sin importar que esta sean adversarios políticos de aquél al que un día le juraron lealtad eterna, mientras recibieron favores y negocios.
Esta historia continuará…
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