Cómo gobernar entre muertos e impunidad

Si la libertad de expresión es muda y silenciosa,

seremos llevados como ovejas a la masacre

George Washington

Viene a la mente la pesadilla que sufrió Colombia en 1982 a manos del psicópata Pablo Emilio Escobar Gaviria, fundador del Cártel de Medellín. Asesinatos, bombazos, secuestros, levantones, terror fueron solo algunas manifestaciones que estuvieron a punto de matar a Colombia. La gente y el gobierno en turno tuvieron algo en común: no dormían.

Miles y miles de muertos producto de ejecuciones, bombazos, y enfrentamientos pusieron de rodillas al gobierno y a los colombianos. Mujeres, hombres, ancianos, niños, políticos, jueces, ministros, periodistas, empresarios y presbíteros fueron asesinados, nada escapó a la desenfrenada violencia de Pablo Escobar. 

El mundo no dejó de hablar del asesinato de Colombia pero nadie hizo nada por Colombia, muchos menos el gobierno de Ronald Reagan, hasta que llegó George H.W. Bush y decidió tomar el asunto en sus manos ante la intoxicación masiva de su juventud por la cocaína de Pablo Escobar.

El gobierno de lo Estados Unidos después de más de una década de narcoterrorismo decidió intervenir directamente para localizar y extraditar a Pablo Escobar a través de la DEA, su agencia antinarcóticos. El 2 de diciembre de 1993 el Bloque de Búsqueda, cuerpo de élite creado para enfrentar y acabar con Pablo Escobar, lo ubicó en un barrio de Los Olivos y dio muerte al líder del Cártel de Medellín. 

Colombia cayó en el abismo. El Estado fue sustituido por los cárteles de Medellín, Cali, y del Valle del Norte entre otros. La industria, el comercio colapsaron, la recaudación tributaria alcanzó sus más bajos niveles, ante el otro Estado que asumió el control de la economía y las vidas de los colombianos.

La impunidad a los delincuentes jugó un factor fundamental en el derrumbe de Colombia. Millonarios pagos de los cárteles a políticos, congresistas, fiscales, magistrados, jueces, policías y militares entre otros, que aportaron y mucho, para que Colombia se convirtiera en un infierno, que después de casi 15 años dejó en ruinas ese gran país, además de una estela de dolor, muerte y terror.

Estos cinco párrafos no representan siquiera una millonésima parte de esta cruenta historia en la que la impunidad y los delincuentes se mezclaron en un dantesco cóctel que arrastró a 35 millones de habitantes por los sangrientos senderos del terror que hoy a 30 años de aquella tragedia nadie quiere recordar. 

Para muchos, quizás para la mayoría, la analogía con Colombia les parezca desproporcionada, sin embargo, las condiciones son idénticas, ambas naciones fueron presa fácil del narcoterrorismo gracias a la quiebra de sus economías, la pobreza, el desempleo, la impunidad y la cómplice omisión del Estado.

Aún más, mientras Colombia fue, es un país productor y exportador de cocaína hacia los Estados Unidos, México también lo es en materia de enervantes, drogas sintéticas y opiáceos, que de igual forma exportan al vecino país del norte. 

En México una minoría compuesta por funcionarios, políticos y empresarios parece vivir sin temores ante alguna agresión de la delincuencia organizada, sus motivos tendrán. Sin embargo, aunque tengan “acuerdos” con un grupo delictivo, olvidan que en cada plaza se cuenta con presencia 4, incluso más, de organizaciones antagónicas dotadas de impunidad para actuar cuando ellos lo decidan.

¿Cómo gobernar con el narcotráfico y la impunidad? Primero, el Estado deberá de desmantelar la red de complicidades que brinda impunidad a los delincuentes, someterlos a la justicia y combatir frontalmente a los generadores de la violencia, como en su momento lo hizo el gobierno de Colombia.

Quienes afirmen que llevarán a sus pueblos al progreso, y bienestar sin haber combatido la impunidad y violencia, ¡Mienten! Nada será posible sin los gobernantes asuman como prioridad la seguridad de bienes, pero principalmente las vidas de sus gobernados.

Finalmente, gobernantes y sus gabinetes más preocupados por ejercer el poder, cierran los ojos ante el éxodo abierto y soterrado de cientos, miles de ciudadanos presas del pánico y el terror buscan en forma desesperada poner a salvo a sus familias y un lugar en el que encuentren por lo menos la tranquilidad y seguridad que necesitan para comenzar una nueva vida.

Si su gobierno calla, es cómplice…