El gobernador de Zacatecas necesita un Sancho Panza
Mire vuestra merced que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas
Sancho Panza
El título de este despacho viene a colación por un excelente artículo de José Woldenberg publicado por la revista Nexos con el título de: Necesitamos un Sancho Panza, por la exacta, precisa descripción que hace del gobierno de López Obrador, que el gobernador de Zacatecas David Monreal replica con religiosa convicción, a conseja de quien le ha convencido que es mejor seguir su ejemplo y estar bien con el presidente que con su hermano Ricardo. Ups!
¿El presidente habla con alguien? ¿Escucha otras voces? ¿Realiza reuniones para analizar una situación desde diferentes puntos de vista? ¿Crea comités para estudiar problemas y ofrecer respuestas? ¿Asume que no existe nada parecido a las soluciones únicas? ¿Se entera de que una política específica puede tener derivaciones no deseadas? ¿Las evidencias lo pueden conducir a rectificar? ¿Alguien le dice que lo que funcionó en un momento dado hoy puede resultar contraproducente?
Son preguntas básicas pero fundamentales. Y, por desgracia, da la impresión de que las respuestas son negativas. Sabemos, muestras hay de sobra, que no está acostumbrado a escuchar, a evaluar diagnósticos distintos al propio, a procesar lo que puede haber de verdad o de pertinente en otras expresiones.
No parece delegar el estudio de cuestiones complejas (casi todas lo son), porque no valora el conocimiento y menos el conocimiento especializado. Da la impresión de que piensa que basta con las buenas intenciones. Al parecer, le importa —y mucho— demostrar quién tiene el poder (que nadie le discute), pero la deliberación, el intercambio de impresiones, el análisis colegiado no son lo suyo. Ha llegado a la presidencia y entiende que eso le otorga capacidad para mandar y punto. Y el corolario es que los demás deben obedecer.
Despliega un monólogo interminable, incansable, repetitivo. Aborda diferentes temas con ocurrencias o recetas retóricas. La complejidad no es para él, por eso su afán recurrente por simplificar, pontificar, crear situaciones que sólo existen en el discurso. Como si eso que llamamos realidad pudiera comprenderse con un cuerpo conceptual simplista y maniqueo. Como si una opinión desde el poder, aunque sea elemental y quimérica, fuera superior a un coro de expresiones complejas y por supuesto no siempre armónicas.
Juan Gabriel Vásquez ha escrito que “con la llegada de Sancho Panza sucede algo cardinal: el diálogo se convierte en la principal forma de exploración de la realidad; el relato de Cervantes siempre tendrá más de un punto de vista sobre el mundo que es su material y su objetivo. Y ahí está Sancho, contradiciendo a su señor, tratando de convencerlo de que lo que hay allí no son gigantes, sino molinos y de que aquéllos son frailes de san Benito y no encantadores…”
Si nos preguntamos a quién consulta, a quién hace caso David Monreal para tomar decisiones de Estado, los hechos indican una ausencia de asesores y consejeros con experiencia, con oficio político que coadyuven al mandatario a dar rumbo y ritmo a un proyecto que conforme avanza el tiempo se desmorona como castillo de naipes, y que seguramente al paso el tiempo ni siquiera cenizas quedarán para renacer como el ave Fénix.
A David Monreal le urge un Sancho Panza, no una Dulcinea…
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