López Obrador un corrupto más

Muchas son las leyes en un estado corrompido 

Tácito 

Transcurrieron 30 años para conocer la real dimensión de la voraz ambición de aquél hombre que durante el mismo lapso presumió 200 pesos en la cartera como único capital, y que su hijo José Ramón López Beltrán al inicio del gobierno declaró “desconocer a qué iba a dedicar los próximos seis años”. Hoy Carlos Loret de Mola lo exhibe como un corrupto mitómano más, que reclama pobreza para el pueblo bueno y sabio, y la opulencia para él y su familia.  

El 6 de diciembre del 2021, López Obrador hizo un llamado a los jóvenes: 

"Es mejor la pobreza que la deshonra. No hay que ambicionar así lo material, el dinero, eso no es la vida, eso no es la felicidad”. "No dejo de dar el consejo, en especial a los jóvenes, que se alejen lo más que se pueda del dinero porque eso es una tentación y no necesariamente significa felicidad, a veces es la perdición”. “La felicidad, no hay que olvidarlo, es estar bien con uno mismo, la consciencia y el prójimo, no lo material, el lujo barato, las marcas, no, no, no, qué barbaridad, la ropa, los relojes, de mal gusto”. Bla, bla, bla, bla…

¡Ups!

El periodista Carlos Loret de Mola convertido de facto en el “zar anticorrupción” de la Cuarta Transformación, ha documentado con precisión la corrupción de los hermanos del presidente, y ahora de José Ramón López Beltrán. El primogénito reside en Houston, Texas, en una mansión con sala de cine, cuatro habitaciones, cuatro baños completos, tres estacionamientos, sala de doble altura, cocina, bar, salón de juegos y una alberca climatizada de 23 metros de largo, sin mencionar que la construcción está elaborada con acabados de piedra y madera. cuyo costo aproximado es de un millón de dólares americanos (20 millones de pesos). 

Sin ir más allá de cifras y datos documentados por el periodista de la corrupción y mitomanía del presidente López Obrador, de esta situación se desprender varias lecturas. Que su eterno discurso “primero los pobres” es sólo demagogia; que siempre fue insurrecto porque le negaron el acceso al poder y a los millonarios negocios; que durante su andar por cada rincón del país recorrido en dos ocasiones, comprendió lo que un día le dijo Raúl Salinas de Gortari: “Investiga qué quiere la gente y qué quieren escuchar”, y también que lo suyo, lo suyo, además de la fantasía, los lujos y tipo de vida que en el discurso detesta, y que en la realidad disfruta.

En este tenor, para no ir muy lejos, desde el Imperio Romano la lucha por el poder ha sido una constante de la humanidad, debido a los “beneficios” que reditúa. Incluso hasta en países de vanguardia como Dinamarca, Finlandia, Holanda, etc., la disputa se da, sino en una forma criminal como en México, Latinoamérica e incluso en Los Estados Unidos (John F. Kennedy), también existen contiendas por el control de los gobiernos, y por supuesto del poder.

Los políticos persiguen el poder, no para emular a la religiosa Teresa de Calcuta, tampoco para convertir sus administraciones, cargos gubernamentales, escaños y curules en apostolados, por su puesto que no, por lo que no debería de extrañarnos la lucha por detentar el poder. Lo que molesta, irrita, encabrona, es la sarta de mentiras a las que acuden, el engaño a la gente aprovechándose de sus eternas necesidades, y por supuesto, su voracidad para depredar el erario, y enriquecerse con los negocios que generan el usufructo del poder. 

López Obrador un corrupto más…