Los motivos de la corrupción

En memoria de Carlos Muñiz “Rigoberto”

Muchas son las leyes en un estado corrompido 

Tácito

¿Hay motivos para corromper y corromperse? ¡Por supuesto! México como infinidad de naciones sufre el cáncer de la corrupción. ¿Qué lleva a los ciudadanos a corromperse? La mediocridad y pobreza mental siempre acompañada de la necesaria impunidad. En el caso de México, padece, y sufre los nocivos efectos de la corrupción, sin que a la fecha la mayoría de los ciudadanos acusen de recibido, mucho menos levanten la voz, quizás sólo algunos.

La corrupción se ha enquistado en el tejido social de una nación eternamente empobrecida, explotada, engañada, que gobernantes de los tres niveles de gobierno, legisladores y políticos han hecho de la corrupción su modus vivendi, siempre amparados en una grotesca impunidad otorgada por los corrompidos a petición de los corruptores.

A ojo de buen cubero, el 75% de los corruptos provienen de modestas familias, que desde su niñez envidiaron las cómodas vidas de políticos, pero principalmente de los empresarios, riqueza producto de sus inversiones y trabajo, y decretaron para sí, que algún día tendrían lo mismo o más, con la salvedad que sería robando al erario, traficando influencias, y por supuesto extorsionando a todo aquél que necesitara de la firma del funcionario o la “recomendación” para que sus negocios lícitos pudieran prosperar, entre otras circunstancias.

De igual manera, en una conservadora estimación, el 30% de estos obtuvieron una licenciatura, maestría y doctorado (algunos patito), los menos, sin embargo, conscientes que sus capacidades no les daría para vivir una vida de confort, mansiones, ranchos, ganado, empresas, viajes, aeronaves, autos y motocicletas de alta gama, tomaron la ruta fácil: robar al ciudadano, sus impuestos y contribuciones, y por supuesto asignar millonarios contratos a sus empresas, o de sus amigos, compadres y concubin@s, con un porcentaje de utilidad para ellos.

De este fenómeno social se desprenden dos lecturas. La sumisión y conformismo de millones de ciudadanos que no sólo callan ante la evidente corrupción y enriquecimiento de quienes les aseguraron serían su prioridad, pero además, les aplauden y defienden como rabiosos Rottweilers, inculcando a sus descendencias la “admiración y agradecimiento” para los responsables de su miseria.

La segunda. Resulta denigrante, inhumano, injusto, que los corruptos inculquen a hijos, nietos y demás descendencia sigan la ruta del dinero fácil, a pesar que muchos fueron enviados a instituciones educativas de excelencia. Para abonar a esta miserable cultura, los “padres siguen manteniendo sus hijos en edad adulta, al igual que a su descendencia, pero siempre regateándoles el amor y valores necesarios para que en la vida sean buenos ciudadanos, críen familias ejemplares, sino también honren sus orígenes y tierra que les vio nacer.

Este gran país cambiará para bien, pero no con una farsa llamada Cuarta Transformación, será cuando los padres de familia desde la infancia criemos niños con valores, les inculquemos la cultura de la honestidad, de la lectura, del respeto a los demás, y los dotemos de herramientas que apliquen en su vida para su beneficio, de sus familias, de la sociedad y de este gran país, como lo vienen haciendo desde hace décadas los Países Bajos de Europa, que hoy nos restriegan en el rostro que ellos sí se preocupan por criar generaciones productivas, nacionalistas, pero sobre todo felices.

Mediocridad y ambición terminan en corrupción…