México la barbarie

Del fanatismo a la barbarie sólo media un paso 

Denis Diderot

Hoy millones de mexicanos lloramos impotentes a ante la psicópata violencia que azota a este gran país, solapada desde Palacio Nacional y aplaudida por millones de fanáticos que apoyan a ciegas una grotesca política de abrazar a los delincuentes, respetar sus ·derechos humanos”, mientras cientos de miles de familiares de asesinados, secuestrados y desparecidos sufren una cruel e interminable pesadilla.

Cada día observamos cómo se desangra México, que sus calles y caminos son los escenarios en los que charcos de sangre dan testimonio de una delincuencia que goza de impunidad y que ostenta sus crímenes en las redes sociales, enviando un claro mensaje que el otro Estado son ellos, mientras el presidente López Obrador, morenos gobernadores y un séquito de aplaudidores siguen culpando a un pasado del que la mayoría forman parte.

Las plegarias al Supremo Creador se han convertido en una práctica cotidiana, ya no solo en las noches o al amanecer, sino en el transcurso de cada día rogando traigan de regreso a nuestros familiares sanos y salvos. Católicos, cristianos, judíos, musulmanes, budistas y de todas las religiones, han convertido a sus deidades en la única alternativa, en permanente esperanza para salvar la vida, toda vez que los mandatarios de los tres niveles de gobiernos y legisladores sin tan campantes como si nada sucediera.

Mientras el país llora a sus muertos y desparecidos, observo una clase política indolente, centrada en sus particulares intereses políticos personales y de grupo, que ocasionalmente salen a los medios para enviar sus condolencias a los deudos de las víctimas de la delincuencia, para minutos más tarde, sonreír ante las cámaras y continuar con sus actividades de gobierno, legislativas y proselitistas con miras al proceso electoral que se celebrará en el 2024.

Qué les diremos a nuestra descendencia cuando nos pregunten qué hicimos por este gran país, y reclamen que les heredamos un México en ruinas, devastado, ensangrentado. “Abuela, abuelo, díganos cómo vamos a estudiar, a trabajar a vivir, si cada día que salimos a la calle sin saber si regresaremos con vida. Aunque ustedes y nuestros padres nos digan que también sufren la misma incertidumbre, nos gustaría saber qué hicieron para detener este barbarie que nos heredaron, o si solo sé conformaron con lamentarse”.

Barbarie que unos aplauden y otros repudiamos