Ante el despilfarro de políticos, el pueblo aplaude

Miserables aquellos que sacaron de sus hogares al pueblo bueno y sabio para votar por un negocio personal a cambio de limosnas, negocio que seguramente naufragará en el 2024; las necesidades de la gente los convirtieron en cómplices

Ante la estulticia del pueblo bueno y sabio que lejos de exigir explicaciones a los políticos que dilapidan cientos, miles de millones producto de sus impuestos en busca de continuar en el poder, grotescamente les aplauden. Un día los vemos en Coahuila, al siguiente en Baja California y al tercero en Yucatán, y así sucesivamente, derrochando recursos públicos en pasajes aéreos, hospedajes, alimentación, en sus séquitos, y acarreados . En ámbito estatal se sigue la misma tendencia, mientras el pueblo envía mensajes de apoyo.

Mientras la gente padece cada día para sobrevivir ante una violencia tolerada, solapada por el Estado, con una economía cada día más precaria que les niega el derecho a la alimentación, salud, seguridad y servicios, la mal llamada clase política ostenta su bienestar, sus lujos y excesos producto de actos de corrupción a costa del erario y del tráfico de influencias, que han llevado al país a una grave crisis que cada día se incrementa sin visos de solución, por el contrario, los que gobiernan siguen su retórica socialista en contraste con su vida burguesa, por cierto corriente, sin clase. 

Elogio a la Necedad una de las grandes obras escritas por el filósofo neerlandés Erasmo de Róterdam, trata precisamente no solo de la estulticia de la gente, sino de la necedad de cerrar los ojos ante la realidad, pero sobre todo, a los mensajes y demagogia de personajes que reputan como deidades acompañados de una veneración que raya en el fanatismo. En uno de los capítulos del Elogio a la locura narra con objetiva pulcritud la justificación “Sinceridad de la Estulticia”.

A mí siempre me gustó decir de repente cuanto se me viniere a la boca, y, por tanto, nadie espere que, imitando a los retóricos al uso, dé la definición de mí misma, ni mucho menos que haga la división de la materia, pues no sería entrar con buen pie si comenzase encerrando dentro de límites mezquinos aquello cuyo poder aparece tan extenso o dividiendo lo que une, en su culto, a todo bicho viviente. 

Efectivamente, la estulticia, ignorancia, necedad o estupidez del pueblo bueno y sabio ha aportado sustancialmente a la desgracia de este gran país. Erasmo de Róterdam desde el año 1511 plasmó en su obra Elogio a la Necedad el fenómeno social de la oclocracia, en el que una muchedumbre ignorante, necia, fanática sucumbe ante el engaño del necio que sin pensar, sin argumentos, sin raciocinio, que dice de repente cuanto se viene a la boca, convirtiéndolo en un profeta, en el esperado redentor, que al paso del tiempo demostró que la estulticia de la gente le permitió convertirse en un falso mesías. 

La estulticia, la ignorancia pues, también mata…