El terrorismo se apoderó de México
Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo
Sófocles
La irresponsable, política criminal de “abrazos no balazos” instaurada por el presidente López Obrador y aplaudida por una chusma ignorante y fanática, el pasado martes dio una muestra más de una ostentosa impunidad otorgada desde Palacio Nacional para con los grupos delincuenciales que tiene sumido al país en pánico, en llamas.
México ha caído en una espiral de violencia que no tiene fin. El pasado martes 9 de agosto del presente año enfrentamientos entre militares y delincuentes en Jalisco y en los municipios de Celaya e Irapuato, acompañados de narcobloqueos e incendios de transporte público y negocios, generando pánico entre una población inerme, mientras el presidente desde Palacio Nacional atribuye los hechos violentos a pugnas entre bandas de delincuentes, que según él, sus miembros también tienen “derechos humanos” por lo que habrá que seguirlos cuidando.
Las vidas de los mexicanos, su patrimonio y paz social a la que tenemos derecho, el presidente se la pasa olímpicamente por el arco del triunfo omitiendo su responsabilidad como titular del Poder Ejecutivo Federal. Un día sí y al siguiente también, Mexico amanece como una gran fosa común en la que los cadáveres de delincuentes, víctimas y “daños colaterales” se han convertido en parte del escenario, llegando al extremo que la población ha perdido la capacidad de asombro.
Este es el gran peligro para México, que se haya “normalizado” la violencia, hasta que toca a una familia, entonces brotan las demandas de justicia para sus víctimas, justicia que dejaron de exigir para las familias víctimas de otros, que callaron durante mucho tiempo pues no les había afectado directamente. Ante la apatía mayoritaria de la gente, da sentido el poema del pastor luterano Martin Niemöller:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio ya que no era comunista; cuando encarcelaron a los socialdemócratas guardé silencio, ya que no era socialdemócrata; cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté ya que no era sindicalista; cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté ya que no era judío; cuando vinieron buscarme no había nadie más que pudiera protestar.
¿Hasta cuándo despertaremos, hasta que no haya nadie?
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