El día que Dios olvidó a Zacatecas

El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones 

San Francisco de Sales

Dios, el Supremo Creador del Universo no solo olvidó a Zacatecas, sino permitió un castigo mayor, más cruel que las 7 plagas de Egipto, dejando a los zacatecanos inermes ante el engaño que llegaría al gobierno el “mejor” de los hermanos de la familia Monreal para llevar al pueblo a mejores condiciones de vida, a un progreso largamente anhelado y negado por sus últimos antecesores. Hoy el pueblo elegido por el Señor sufre su abandono con miles, millones de lágrimas que nadie parece ver.

Zacatecas como nunca antes sufre, padece la negligencia y desinterés de su gobernante que se encuentra inmerso en su mesíanico sueño de prolongar el poder más allá del 2027, mientras su gente, sí, ese pueblo bueno, sabio y confiado, sufre la pesadilla de una estúpida violencia que no distingue entre ciudadanos ajenos a su virulenta guerra con sus adversarios y que día con día cobra sinnúmero de vidas y trunca miles de sueños de gente inocente.

La pobreza de los zacatecanos avanza a pasos agigantados hacia la miseria, mientras aquellos que un día volvieron a confiar con la esperanza que “ahora sí” los gobernaría alguien interesado en el bienestar de su gente, un día sí y al siguiente también ruegan al Señor desista de su castigo y termine la pesadilla en que se ha convertido el gobierno de David Monreal, pidiendo, suplicando que envié a otro, al que él elija, que seguramente cualquiera será mejor que el que está al frente del gobierno de Zacatecas.

El gobernador parece inmune ante el permanente duelo que miles de zacatecanos padecen; lejos, muy lejos de la gente, se resiste a bajar de su nube del “bienestar” para adentrarse por lo menos a un hogar de las familias víctimas de la delincuencia, de los policías asesinados, de los desparecidos, de aquellos que ante el hambre y la miseria los ha orillado a vender lo poco que tenían, a endeudarse, a perder la dignidad convirtiéndose en mendigos al igual que los miembros de su familia.

Seguramente el Señor nunca imaginó que este castigo para los zacatecanos traería consigo tanto daño, tanta maldad, pero también tanta indiferencia del que hoy afirma gobernarlos, hoy convertido en un cruel pesadilla, miles de zacatecanos oran, ruegan, suplican despertar. En una miserable burla todavía hay quien pide: “Encomendémonos a Dios para que lo ilumine, que le dé sabiduría para gobernar, y estoy seguro que Dios escuchará nuestros ruegos para que a Zacatecas le vaya bien”.

Del ser el mejor, al encomendémoslo a Dios