Populismo para chairos en 3 lecciones

La mentira 

Breve historia de Cuba del 59 hasta hoy 

I de III.- Asociación Civil Mexicana .- “La verdad no es para todos, sino para los que la buscan”, sabias palabras que cargan el mismísimo peso de la verdad en ellas. Y justo con la fuerza que nos otorga el pertenecer a ese racimo de buscadores de la verdad, convoco al que escucha, o al que me lee, para desentrañar respuestas y juntos navegar llenos de esperanzas sobre las rechinantes tablas de esta vieja Balsa… 

Soy el Balsero y vengo a contarles la historia de Cuba posterior a la llegada de la peste verde olivo, pero sin dudas, no la historia que nos contaban en la escuela o la que le contó Castro al mundo. Mi historia será la más cercana a la verdad y llena de evidencias porque será la historia que ha vivido el pueblo de Cuba. Los hijos de papá y mamá. Esos que chocaron día tras día con la realidad. Con esa cruda realidad que pareció no existir en el mundo fantástico de Castro. En ese “Castrolandia” donde produciríamos más carne y leche que Holanda y tendríamos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca. 

Una Cuba que no conocieron los hijos de la familia Castro ni la de los dirigentes de la dictadura. Nosotros contaremos La historia vivida por ese pueblo de a pie. Los hijos y las víctimas de la Revolución. 

Cuba, esa hermosa isla que adorna el mar caribe, no tiene remedio. Flota por causas naturales y no se ha hundido porque pareciera que en medio de la oscuridad de donde flota, espera un milagro que la haga renacer. Pero hasta el gentilicio de sus habitantes le hace daño. Es como si negaran su existencia. Cubano, “Cuba no”. Cuba solo existirá sin los cubanos. 

Y para entender el caso Cuba, hay que partir de una premisa fundamental: El que crea que Fidel llegó en enero del 59 a darnos a los cubanos el bienestar y a salvarnos de todo mal, está partiendo de un craso error. Castro llegó a al poder, con una única finalidad. La de destruir a Cuba. El país más próspero que había en América Latina en 1959. Destruirla e implantar una ideología macabra, sin sentido, que se basa en los pobres y para los pobres, pero no aclara nunca que sea para sacarlos de la pobreza, sino para hacerlos más pobres y dependientes de un caudillo que solo dice mentiras y promete sin límites, pero no cumple nada porque el socialismo como formación socioeconómica, carece de economía que pueda soportar regalar y regalar sin crear ni producir. 

Y sé que a partir de hoy muchos cubanos radicalizados empezaran a escribirme horrores, pero cuánta razón tenía mi esposa cuando un día —de hace muchos tiempo—, me dijo: Cuba, jamás será libre, mientras exista un solo cubano sobre la faz de la tierra que esté influenciado por el castrismo. O sea, todos. 

Dicho en otras palabras, es imprescindible, que todo cubano se cambie el cerebro, se resetee o se reinicialice, borrando de su mente lo mucho o poco que vivió en la isla posterior a 1959. Borrando toda influencia castrista. Limpiando o desinfectando todo el espacio contaminado por esa pandemia llamada “Socialismo populista de izquierda marxista leninista” o simplemente como la conocen los izquierdistas en América Latina que se quedaron varados en los años 70’s: “La Revolución Cubana”. 

Entre más influencia haya tenido el castrismo sobre la mente de un individuo, menos calidad hay en el ser humano que se esconde en ese cubano. 

Y lo digo con mucho respeto. No es mi intención ofender, pero si buscar una correlación generacional que nos permita entender el conflicto cubano. El por qué ha durado tanto una dictadura que lo único que ha hecho es hacer daño. ¿Cómo entender ese masoquismo? ¿Cómo entender que entre más humillado y explotado seas, más defiendas y mantengas a esos tiranos en el poder? 

Podemos dejar esto como un tema abierto y que cada uno busque una explicación, pero no puedo callar más esto que me oprime el pecho al ver tanta incoherencia, tanta traición, tanta falsedad e hipocresía en esos cubanos que desde adentro o desde el exilio, defienden hoy día a esa dictadura o solo buscan del “conflicto Cuba”, alimentar sus cuentas bancarias y reforzarme la idea que el anticastrismo ha sido siempre el negocio más rentable para una parte del exilio cubano y por supuesto que existan anticastrista, le sigue dando discurso político a la mismísima dictadura. 

Y sí, cada día lo reafirmo más, hemos sido objeto del experimento social más macabro que haya sido sometido sociedad alguna. ¿Cuánto daño antropológico? 

Empecemos con la primera gran salida migratoria cubana sucedida entre 1959 y 1962, incluso hasta 1965. En su gran mayoría eran personas de muy buena posición económica. Persona que vieron a tiempo lo que se venía con la llegada de la revolución de Castro. Este grupo tenía en común que conocían al capitalismo, lo vivieron y además disfrutaron de esa época de esplendor de la economía cubana. Estos cubanos llegaron a Estados Unidos con dinero e hicieron muy buenas inversiones de capital con la que contribuyeron en gran manera a hacer lo que es hoy en día el Estado de la Florida. 

Otra parte de esa cubanía tuvo que llegar a Miami con una mano adelante y otra atrás, pero con una cultura del trabajo que les permitió salir adelante muy rápido. En resumen, este grupo de la primera oleada migratoria tenía una mente distinta. Salieron de Cuba por la “Amenaza Roja” de las ideas del comunismo Ruso que, sin dudas, llegaría a Cuba, con la llegada de Fidel al poder. 

Una pequeña parte de este exilio se dedicó a hacer política y es ahí donde nace el exilio histórico, duro, el exilio intransigente pero heroico, el exilio convencido de que con la revolución marxista leninista de Castro no había nada que negociar. Había que borrarla de la faz de la tierra, de lo contrario llegaría a convertirse en una pesadilla. Y así fue. 

En este gran grupo hubo una parte formada por los niños de aquella famosa operación Peter Pan. Niños que no alcanzaron a escuchar el “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Niños que fueron con solo una maleta donde simbólicamente se llevaban sus más lindos recuerdos infantiles. Muchos de ellos, jamás volvieron a ver a su familia o tuvieron que esperar muchos años para la reunificación, y en su gran mayoría fueron adoptados por familias americanas o cubanas de clase media que estaban en condiciones de poder adoptar. 

Esos niños crecieron con valores y sobre todo en una cultura del trabajo y una fe inquebrantable a Dios. Pudiera afirmar sin miedo a equivocarme, que todos llegaron a alcanzar el sueño americano, aun con las secuelas que siempre causa un exilio tan duro como lo ha sido el exilio cubano. Si para una persona mayor implica demasiados cambios y sacrificios, imaginen para un niño llegar a un país extranjero, sin familia, sin conocer el idioma y su cultura e idiosincrasia. 

Me hubiera encantado ser parte de este grupo de niños. Haber tenido ese privilegio de escapar del infierno sin la mente dañada por el adoctrinamiento marxista leninista y hasta Guevarista. 

En esto radica parte de esa amplia explicación de por qué ese pueblo cubano sigue humillado ante una dictadura que los somete día a día. Y cabe entonces unas preguntas: ¿Acaso 63 años de sufrimiento no han valido la pena ni para intentar borrarlos por completo? ¿Qué espera el cubano? ¿en verdad esperamos un milagro?