La locura como forma de gobernar

En opinión del Dr. Jesús Corona Osornio.- El festejo más que informe del señor presidente, es una ofensa, el recuento de auto elogios es vergonzoso, ridículo y excesivo. Fue a Campeche a la tierra de Layda Sansores, una gobernadora de Morena, cuyas carencias mentales saltan a la vista. Estuvo por allá, para verificar que una de sus obras insignes, por fin sea concluida y tenga alguna cosa que presumir. Aunque haya destruido la selva maya, para su propósito.

Todo el gabinete, gobernadores, senadores y diputados, gabinete ampliado, todos los empleados de palacio, acompañaron a Don Andrés Manuel. El rostro exultante, la sonrisa cínica, una centena de mentiras, otra de verdades a medias; un fuerte dispositivo de seguridad, y un derroche absurdo de dinero. La gobernadora Sansores, no escatimo un centavo para recibir a su ídolo, a su gran protector, el señor licenciado más que halagado, más que feliz.

Entre la locura que siempre ha acompañado al actual régimen y la locura de la gobernadora, la mezcla fue totalmente exitosa para ellos.

Desde aquel lamentable primero de diciembre del 2018, día en que Andrés Manuel López Obrador fue investido, una estela de irracionalidad ha marcado la ruta de gobierno.  Un mero capricho del presidente, fue suficiente para cancelar el Aeropuerto de Texcoco, no fue ocurrencia, fue alevoso, sin importar el costo, luego lo de Dos Bocas, una refinería, brillante ocurrencia del señor, el mundo esta emigrando a las energías limpias, el costo es ya tres veces lo programado.

El gobierno de México, compró una refinería en EEUU, cuyos resultados para la economía nacional, están lejos de reflejarse.

Pese a sus promesas, la destrucción de la selva maya, la tala indiscriminada de árboles, el asesinato de los ecosistemas y de cientos de cenotes, lo tienen sin cuidado.

Su gobierno ha acumulado en números redondos 165 mil muertes por causa de la violencia en el país. Su ocurrencia de los abrazos no balazos, es de una perversidad inmensa, al presidente se le olvida, que la omisión también mata, y el omite combatir al crimen organizado.

Para los lacayos funcionarios que lo acompañan en su tarea de (des) gobernar, les es más fácil adulterar las cifras estadísticas, que mostrar la realidad.  Así las cosas, llegamos al Quinto ¿Informe?, sin un estadista, sin un demócrata, sin un patriota, llegamos con un ser disminuido, ciego a la realidad.

Un personaje menor, cuyo único interés es sentirse halagado, idolatrado, venerado. La fe ya no se deposita en la Catedral, ahora lo hacen en Palacio Nacional, en donde esta el nuevo “mesías”. ¡Vaya, la locura como forma de gobernar! 

Hasta la próxima