La mala prensa según San Andrés

En un excelente texto de Fernando García Ramírez, periodista y columnista de El Financiero, cuyo titulo: Sobre advertencia, me permito rescatar algunos párrafos que tienen que ver y mucho, con la celebración del Día Internacional de la Libertad de Prensa, en el que, para no variar un ápice su mitómano y demagogo comportamiento, López Obrador cambió radicalmente su discurso.


El día de ayer declaró a representantes de los medios de comunicación que de obtener el triunfo garantizará la libertad de expresión y aclaró que no habrá cancelación de concesiones, sin embargo dijo que se cuidará mucho el presupuesto público en cuanto a la contratación de propaganda en Radio y Televisión. “Que se pueda contratar poquito porque es bendito.”


Sin embargo, sus anteriores declaraciones, conceptos y denotaciones hacia los medios de comunicación, contrastan con las vertidas convenientemente el día de ayer Durante su participación en la 59 Semana Nacional de Radio y la Televisión.


Sobre advertencia no hay engaño. Por lo menos uno de los participantes en la contienda electoral no es demócrata. Utiliza la democracia sólo como un medio para alcanzar el poder.


Si pierde las elecciones es incapaz de reconocer los resultados. Prefiere minar la democracia —como lo hizo en 2006 y 2012— antes de admitir su derrota. Fundó su propio partido para evitar el riesgo de que alguien lo contradiga. Impuso recientemente la restricción de criticar a la dirigencia del Partido, es decir, a él: “Queda estrictamente prohibido que los/las aspirantes realicen acusaciones publicas contra el Partido y sus órganos de Dirección”, dice la Convocatoria para cargos de elección popular de Morena (“Morena prohíbe a sus candidatos criticar”, El Universal, 28.Nov.17).


Por eso conviene recordar ahora lo que Luis González de Alba relató en 2006: “Un ejemplo de ultraderecha real, embriagada por el triunfo seguro, lo ofreció Jorge Fernández Menéndez en Excélsior: 72 horas antes de las elecciones presidenciales, un alto mando del equipo de AMLO se presentó ante un director de medios para indicarle cuáles de sus colaboradores debían ser despedidos. Jorge Fernández, concedió el mensajero de AMLO, merecía una segunda oportunidad de reformarse, así dictaba la benevolencia del López Obrador triunfante. Ya había una proto-Gestapo en acción días antes de la victoria del indestructible. El Peje y sus paniaguados... antes de ganar ya daban órdenes a directores de diarios y les pasaban listas negras de periodistas proscritos” (Milenio, 23.Oct.2006).


¿De llegar al poder, cuál sería la actitud de López Obrador respecto a la prensa? Hoy la califica de mafiosa (es decir, de criminal), ¿qué nos hace creer que respetará la libertad de expresión? Recordemos: a los dueños de Grupo Imagen los llamó “encarnación de la corrupción”, a Excélsior lo tachó de “inmundo pasquín”, al Wall Street Journal de “calumniador”, a Ricardo Alemán de “ponzoñoso”, a los periodistas de Reforma “zopilotes” y “voceros de la prensa inmunda”, a José Cárdenas también lo llamó “calumniador”, a Aristegui, “mirona profesional”, a El Universal, “un pasquín del régimen”, al programa En punto conducido por Denise Maerker, “prensa alquilada”, al Reforma, “prensa fifí y deshonesta”, etcétera.


La lista de insultos a quien no piensa como él es igual de extensa. Lo último: luego de haber calificado a Jesús Silva Herzog y a Enrique Krauze de conservadores que simulaban ser liberales, López Obrador intentó una disculpa para tratar de corregir su error. Aunque por ser una de las primeras veces en su vida que practica la autocrítica, el resultado fue algo peculiar. Dice que lo dijo porque “de vez en cuando es necesario llamar a las cosas por su nombre”. Algo así como “me disculpo con esos miserables por haberles dicho miserables”.


Para que una democracia funcione se necesita que haya demócratas. No lo ha sido López Obrador, según se desprende de sus palabras y actitudes. Pensar que una vez que tenga los instrumentos del poder (incluyendo el monopolio de la violencia), va a transformarse súbitamente en un demócrata es conceder demasiado. Sólo sus fieles pueden creer en semejante milagro. La mayoría de la sociedad —es decir, el 70% que no lo apoya— debe encender las alarmas y democráticamente oponerse a quien quiere imponer su verdad y que sólo se escuche una sola voz, la suya.


Por mi parte, mi concepto de Andrés Manuel López Obrador, no se ha movido, cambiado, corregido, empeorado o mejorado hace 30 años, sigue el mismo de siempre: Un mitómano, demagogo, vividor, autócrata, pero sobre todo, engaña bobos…


Próximo lunes 7 de mayo: 1a lección a AMLO de cómo desterrar la corrupción sin tanta alharaca…